Ansiedad, depresión y aburrimiento: Epidemias del siglo XXI
POR JOAN EGEA BARBER
07/04/2023
El ser humano constituye una unidad biopsicosocial ambiental única e irrepetible, donde la mente no está separada del cuerpo, ni la persona del entorno donde vive.
Funcionamos de forma similar al de las emisoras de un sistema de telecomunicaciones. Nuestro estado de salud depende de la dimensión física, psicológica y espiritual. Cada una de ellas emite energías vibratorias y al interactuar resuenan elevando nuestros niveles de energía, positiva o negativa, desatando consecuencias fisiológicas. Cuando estas resonancias están alteradas a niveles negativos el sistema inmunológico se ve comprometido.
En este artículo se ofrecen algunas ideas en torno a las tres dimensiones mencionadas, enfocándonos, sobre todo, en la vertiente psicológica:
DIMENSIÓN FÍSICO-CORPORAL
El ser humano posee un potencial genético heredado, que en parte nos determina, pero solo entre el 1% y el 30%.
Nuestra salud depende en gran medida del cuidado y los buenos hábitos con la alimentación, el sueño y la actividad física. Nuestro estilo de vida puede llegar a limitar la vida (drogas, alcohol, tabaco o vida desordenada, entre otros).
La ciencia y la medicina pueden mejorar superando la clásica separación por especialidades. Una percepción sistémica nos permite superar el tratamiento fragmentado de los diferentes órganos o partes, trasladando nuestro foco de atención sobre las interacciones que se dan entre las diferentes partes que constituyen al ser humano como un todo.
Es un error tratar a las personas como si fuéramos solo un grupo de moleculas, compuestos por distintos órganos. Las personas tenemos también ilusiones, esperanzas, sentimientos y sufrimientos y todo ello influye en nuestra salud.
DIMENSIÓN PSICOLÓGICO-MENTAL
La prevención de enfermedades crónicas suele centrarse sobre cuatro factores principales de riesgo: dieta poco saludable, sedentarismo, alcohol y tabaco. Sin embargo, en pocas ocasiones se tienen en cuenta los desórdenes mentales.
Tratar algún desequilibrio en nuestro cuerpo, solo como un proceso físico, no corrige el origen del desequilibrio, y nos limita para poder repararlo y devolverlo a su correcto funcionamiento.
El equilibrio armonioso de nuestro ser necesita de pensamientos positivos, alegría de vivir, optimismo y buen humor. Todos ellos valores en decadencia en esta sociedad caracterizada por la queja y el victimismo.
Excluyendo las formas patológicas, podríamos decir que la ansiedad-estrés, la depresión y el aburrimiento, son importantes factores que inciden de manera indirecta en los desequilibrios psicológicos, y aunque no siempre se den en cada individuo, se han convertido en una especie de epidemia psicológica:
ANSIEDAD-ESTRÉS
La ansiedad ocasional es una reacción de incomodidad que forma parte de nuestra normalidad, funciona como un mecanismo de afrontamiento ante una situación problema o amenaza. Supone un estado de incomodidad positiva, porque nos ayuda a enfrentarnos a determinadas situaciones estresantes. Una vez asimilada la nueva situación problema, disminuirán las iniciales emociones de temor y la persona aprenderá a manejar y planificar su vida en función de las nuevas circunstancias. La ansiedad tiene, por tanto, una función adaptativa positiva.
La ansiedad inadecuada es la que no logra su función de adaptación a la situación, sino que por el contrario llegará a producir desequilibrios tanto físicos (mareos, vértigo, sensación de ahogo, taquicardias, debilidad, etc.) como psicosociales (pensamientos negativos, malestar, angustia, aislamiento, etc.).
La ansiedad se va complicando cuando, ante situaciones que en realidad no son amenazantes, nuestra reacción de alerta es desproporcionada, siendo la magnitud de nuestras respuestas injustificada.
DEPRESIÓN
La vida en las sociedades actuales supone un modo de vida que deprime. Según la OMS, en el año 2050 la depresión será la segunda causa de muerte y discapacidad.
Nuestra civilización es una máquina de producir depresión. Multitudes solitarias, seres anónimos, a quienes desde diferentes medios se les limita su humanidad.
Las depresiones en muchas ocasiones tienen una causa externa (un shock emocional): ciertas adversidades como la muerte de un familiar, la ruptura de una relación amorosa, el fracaso de un proyecto, la pérdida de trabajo, la ruina de un negocio, una enfermedad. La forma en que se manifiesta puede ser muy variada: pérdida de energía vital, apatía, desinterés, pensamientos y sentimientos negativos, entre otros. Las formas extremas son actos disparatados y el suicidio.
A nivel espiritual, la depresión puede considerarse como la pérdida de las ganas de vivir, la desesperanza y la desilusión. Depresión y aburrimiento son enfermedades del espíritu.
Desde finales de los años 70, coincidiendo con la entrada masiva de la televisión a los hogares y las familias de todo el mundo, se ha venido desarrollando una peligrosa pérdida del nivel de calidad de vida sociocultural de las personas, que modela nuestras formas de pensar, sentir y comportarnos, causando desequilibrios en la salud física, mental y psicológica.
La globalización neoliberal encontró en los medios de comunicación una poderosa herramienta, que nos convenció de que la felicidad consistía en tener cosas, cuanto más cosas se consumía mejor, y transformó el consumo en un acto neurótico de graves consecuencias para la persona. Solo se puede vivir humanamente cuando llenamos nuestro tiempo con la realización de proyectos de vida propios y no viviendo a expensas del mercado.
Ante esta realidad sociocultural de las sociedades postindustriales y a sus formas de vida, las respuestas pedagógicas han estado marcadas en gran medida por pedagogías de bases neo-marxistas. Las técnicas utilizadas consisten en utilizar el prestigio de viejos conceptos a los que se da un nuevo enfoque realmente muy distinto, que tratan de imponer. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se habla de liberación usando técnicas de manipulación de las personas y sociedades, arrojando a las personas al seno de una fuerte dictadura alienadora, o cuando se habla de pensamiento crítico y se confunde con aquello que denota un punto de vista polarizado sobre las cosas.
ABURRIMIENTO
Hoy en día se dispone de mucho tiempo libre, mayor tiempo para el ocio, pero también mayores posibilidades para aburrirse.
El aburrimiento está íntimamente relacionado con la depresión, en cuanto que la persona deprimida expresa el tedio y el fastidio de vivir, por tanto, está relacionado con lo espiritual, en el sentido de que quien no tiene un proyecto de vida vive infeliz y a la deriva: no tiene nada que hacer, y en ese vacío de su vivir empobrece su existencia.
El aburrimiento es una expresión particular de la depresión, pero también hay gente aburrida sin estar deprimida; son las personas sin entusiasmo, sin curiosidad, sin alegría y sin humor.
Los presentadores de televisión, los profesores o los youtuberos, entre otros, saben lo decisivo que resulta divertir para poder llamar la atención y llegar a las audiencias. En el ámbito educativo, para que los estudiantes no se aburran ni se depriman, también se incluyen actividades con una intención de diversión y distracción. No está mal, pero si solo se queda en eso, constituye una forma de evadirlos, de alienarlos momentáneamente de un día a día cotidiano, sin ninguna inquietud, sin nada que hacer.
Vivimos inmersos en la cultura del “tomar algo” a cada momento para sentir alivio, esto está bien pero cuando es muy repetitivo, con el tiempo se vuelve una peligrosa necesidad para nuestra salud física, mental y emocional.
“La distracción es lo único que nos consuela de nuestras miserias y, sin embargo, es en sí misma la mayor de nuestras miserias”
PASCAL
Ante cualquier angustia mental o dolor emocional, en la distracción encontramos un remedio cortoplacista, una especie de “adormecimiento” rápido de nuestro cuerpo. Pero a largo plazo a nuestra alma, a nuestro espíritu, no lo podemos engañar.
DIMENSIÓN ESPIRITUAL
La espiritualidad representa nuestra particular forma de entender e interpretar la vida, desde un proyecto de vida existencial propio, con un propósito o razón de vivir que nos aporte alegría de vivir.
El ser humano necesita comer y beber, pero también precisa tener ilusiones y proyectos que realizar. Como personas buscamos, sobre todo, nuestra felicidad, que solo se encuentra en aquella alegría de vivir, que provoca la realización de las obras bien hechas, la convivencia armoniosa y la contribución a la mejora del conjunto de la humanidad.
Mientras se tienen ganas e ilusiones para vivir se sigue siendo joven en lo espiritual lo cual beneficia a su vez a nuestro estado fisico y mental. Lamentablemente, para la mayoría de las personas este potencial psicoespiritual es desconocido y desperdiciado.
Joan Egea Barber